martes, 28 de abril de 2009

potosi

En este diario que me acompaña, doy fe de tener una amiga. No es cierto. Ella es sólo la más cercana porque sus circunstancias se lo permiten.

Tengo otras personas que aletean a mi alrededor con todo su amor. No están cerca, viven lejos,
muy lejos, pero están ahí en el preciso instante.

Siempre he tenido suerte con los amigos. Siempre.

Insisto en que, si hablo más de Miranda es porque la certeza está más pegadita.
De hecho acaba de marcharse. Pero esas otras que no he tenido la deferencia de mencionar, siguen estando ahí de una manera u otra. Y es alentador el te quiero en los meses en los años que ,ese te quiero se demora y se dice. Y cómo lo agradezco en mi fuero interno, y cómo lo agradezco cuando lo repiten incansables pese a las distancias, pese a las jugadas que la vida traviesa nos juega.

Desde aquí, ellas saben quienes son, les doy las gracias por su amor invariable durante años y años y años. Sus nombres nada son, son ellas, sus palabras y sus actos en la historia de nuestras vidas. Tampoco Miranda es real. Su nombre, claro.

Hoy me vuelvo hacia aquellas que nunca menciono y que tan vívidas las considero, las respeto y amo.

Y están los ellos. Más ralos, más de "otra forma" pero que siguen estando impertérritos con el tiempo, ya sin pasión sino con autenticidad después del "lavado" necesario. Y siguen apoyándome, estando, siendo los de toa la vida.

Mi vida en la amistad es un triunfo que me desarma y me arma. Me desarma porque no los tengo con la asiduidad que mi ambición de ellas y de ellos me pide y me arma porque prevalecen en la medida que la vida nos exige poder o no poder estar.
Podría comenzar a ponerles nombres. Me los callo. Saben quienes son, no necesitan etiqueta.

Todos contribuís a hacerme más completa de lo que soy y sueño ser.
A mis amigos, GRACIAS.

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