martes, 14 de abril de 2009

Nos cuesta tanto

¿Por donde empezar en este frenesí grosero? ¿En este frenesí de contradicciones?
Ya las fuentes de donde proviene son difusas. Surge de algún medio de comunicación. ( La vida
que vivo es reducida). Vivo de pocos factores externos como cine, bares, teatros. Mi alimento consiste en libros prestados, en películas prestadas, en comidas íntimas, en encuentros señalados
por la necesidad de encontrarse, y en otras banalidades poco clamorosas. En otras palabras: con poco clamour. Eso sí, un cielo azul y cambiante me acoge. A mí , y a los que amo, que son pocos
pero con uno de verdad basta. Y lo tengo.
Saliendo de ahí, poco se ofrece. Entonces la televisión - aunque escogida- viene a dar vida a mi existencia.
Como vivo en la contradicción permanente, comprendo la contradicción que esos programas seleccionados ofrecen.
Esta noche, notaba en Jesús Quintero una cierta aversión hacia algunos de sus invitados. Y es que Jesús es andaluz por antonomasia. Y lo hace notar. Y me gusta. Cada cual defiende lo que ama. Olé por él. Pero, ¿cómo no ?, no hay regla sin excepción. Y él ama con exhaustiva pasión a la tierra que lo parió. Y ésta noche estaba incómodo con ciertas manifestaciones de algunos llamados.
Alguno de ellos manifestó, si no su descontento con ésta tierra, - qué también es la mía - su crítica , con la que yo comulgaba. A Jesús entonces se le veía escurridizo, inaprensible, huidizo.
Le cuesta a Jesús mostrarse mordaz, irónico con la tierra nuestra. Es al menos la sensación que
transmitía.
Nos cuesta ver los defectos que tenemos. Pero los tenemos. Y no reconocerlos es omisión. Ahí radica el mal que nos define. Nos hemos vuelto únicos. Nos hemos vuelto hacia nosotros mismos,
nos hemos vuelto individualistas. Y eso no es bueno. Para nada.
Teniendo como tengo, algunos abriles a mi espalda, echo de menos la escacez de unidad, de sentir colectivos, de pueblo. Ahora somos uno a uno. No nos hermanamos. No somos un racimo de plátanos, ni un ramillete de azahar. Ni siquiera somos una botellita de Jerez. Somos una copa, otra copa y otra copa. Y bien grandes.
Hemos perdido la capacidad del pequeño sorbo en copa discreta.
Ahora el exterior es grande. Y el sabor, entre tanta apariencia ha omitido su humilde aroma.
Me he jurado mil veces mil, no hacer un juicio. Perdón. Creo que moriré llevándome la contraria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario