viernes, 30 de octubre de 2009

Los crepúsculos se ruborizan cada tarde más y más.
Los más diversos tonos tiñen el firmamento.
Las estrellas son más diamantinas,
verdes, azules
contra el naranja y el amarillo de un tardío estío.

Cuando la luz del día abandona definitivamente el cielo, este se calza de luto riguroso y baja sobre la tierra.

Estamos todos en el lugar de siempre: en la ventana frente al mar.
Aquí estamos los amigos para todo.
Dicha y dolor nos contagiamos, caminos recorridos o recorriendo. Cada cual el suyo.
Después la reflexión. Intercambiamos vivencias y nos colamos ilusionados en el futuro inmediato, en los sueños que nos gustaría ver cumplidos.
Un día cualquiera de cualquier época y lugar.

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