jueves, 29 de octubre de 2009

la sonrisa

Salir vestida y maquillada con una sonrisa es ver el mundo de colores.

Una señora pasea por la calle y se abre el vestido, luce sus senos aún tersos y casi grita: ¡están bellos, están bellos!

Se abalanza sobre unos tomates expuestos en la puerta de una frutería y coge uno. Alza de nuevo la voz. ¡Es comida y muchos no la tienen!
Tres personas mayores sentadas en la terraza de un bar mueven la cabeza con gesto de desaprobación.

Aunque yo le había sonreído a la persona que así actuaba, ella envuelta en su mundo no reparó en mí, en cambio los otros buscaban con su gesto una confirmación. No me quedó más remedio que dar rienda suelta a la carcajada que pugnaba por salir y con la que en modo alguno quería ofender a la ¿loca?; desde luego a los otros no les ofrecí mi voto conspirador.

Es la primera vez en mucho tiempo que bajo al pueblo y me encuentro con alguien que hace lo que le apetece sin miedo ni tabues. Estamos más que acostumbrados al teatro clásico y muy poco o nada a lo innovador, a lo transgresor.

Esta mujer que mostraba sus pechos con alegría y regocijo, convencida en que eran deseables (lo que suscribo) a pesar de su edad y no cumpliría los cincuenta o...¿importa?, me ha llenado el cuerpo y el día de alegría y la boca de risas.

A todas las personas que he ido encontrando les he sonreído y, el mundo por unas horas se ha ornado de luces.

Si estaba loca, bendita su locura. Pobres de aquellos cuerdos que no saben sonreirle a gestos como este.

Gracias compañera anónima. Gracias por regalarme el calor de tus senos desnudos.

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