miércoles, 30 de septiembre de 2009

san miguel

Ayer haciendo un gran esfuerzo (no ando bien de salud) decidí salir y solucionar diversos temas. Entre ellos había alguno urgente.

Volví tal y como había salido. Sin solucionar nada, vacía.

Resulta que el Rincón estaba en fiestas. Fiesta de San Miguel.
En los años que vivo aquí, y son muchos, jamás oí la fiesta de San Miguel.

Es un cante que se repite.

Me lo tomé con buen humor. Decidí comer fuera. El restaurante estaba cerrado. Busqué otro. No había lo que deseaba. Pedí cualquier cosa. Total ya puestos. Estaba semi vacío. Estupendo, me dije, así puedo escribir un poco.

Apenas lo había pensado cuando una multitud comenzó a ocupar las mesas.

Bueno-otra vez- me tomaré mi tiempo.

Vaya si lo necesité. Tiempo y paciencia para que me sirvieran, pero sobretodo para pagar.

Cuando llegué a casa lo primero que hice fue: tomarme un bocadillo. Estaba hambrienta.

Me había gastado entre tabaco y comida casi veinte euros.

Es costumbre que no puedas realizar en una mañana apenas dos gestiones. Luego pausa hasta las cinco o cinco y media. Total que hacer algo practico te lleva un día por gestión.

Flores tampoco pude comprar. Hablar con alguien salvo con el camarero asimismo negativo.

La gente gusta de comer y tragar pensando tal vez en la siesta.

Esto es un cante irónico, las flores, lo dicho. No pude comprarlas. Vaya con San Miguel. ¡Qué poco solidario!

martes, 15 de septiembre de 2009

Oh, que delicia.
El viento de poniente irumpe fresco. No llueve. Pobre Madre Tierra.
Arrugadita de sequedad. ¡Cómo lo siento por tí amada Tierra!

Por mi parte, reconozco que este viento refrescante sabe a gloría.

Y vamos al lío del Montepío. Quiero significar, lo que hoy me induce a escribir en este blog.

No es nada importante. No está destinado a remover conciencias. ¡Estoy cansada de ello!
Para remover conciencias hay expertos etiquetados. Yo soy anónima salvo para los amigos que me aman tal y como soy.

Además mi desconocimiento es tan grande que no sabría atraer ninguna mirada ajena. De interés ni hablamos.

Mi vida transcurre serena. Como la de tantos y tantos seres.
En este nido en el que los días pasan sin más alteración que la natural.
A saber con algún que otro cambio de humor, y, o un dolorcillo que otro. Nada grave.

Podríamos decir que soy una privilegiada. (A no ser por las noticias).

Esas de las guerras, la hambruna, la obviedad nuestra, de todos.

¡Vaya, una más de las que discursea, pero nada hace por cambiar el mundo!

Soy una perla sin ostra y sin mar. Allá quién lo entienda.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Cada vez que leo un libro me doy cuenta de lo grande de mi ignorancia.